Las 12 Señales
Las 12 Señales.
Las Crónicas de Dorian: Un espacio para dejar volar la Imaginación…
La cuenta se acababa de resetear… pensó mientras abría los ojos. Pasaría un tiempo sintiéndose segura, y a pesar de haber pasado una noche terrible sin apenas poder conciliar el sueño, despertándose cada una hora con la incertidumbre de si debía llamarlo o no, con alguna justificación absurda. Empezó a salir de entre las sábanas de muy buen ánimo, sentía que un soplo de vida nueva la confortaba y le daba fuerzas, ya era hora de seguir adelante, ya había pasado por mucho, estaba segura de que lo merecía.
Es una vida nueva, una casa nueva y…— sonrió pícaramente, al recordar cómo le besó ayer — todo es nuevo, incluyéndome…vuelvo a sonreír, ¿cómo puede ser que algo malo me de esta sonrisa? — Se preguntó mientras se hablaba a sí misma frente al espejo.
Se preparó un café — Uno muy dulce que acompañe estas sensaciones — Pensó mientras sostenía su taza en la mano izquierda para así poder manipular su celular con la que le quedaba libre — Revisaré un poco las redes, o más bien las de él — y mientras lo hacía deseaba incesantemente no encontrar ningún hecho que la pudiera irritar o molestar tan temprano — Es tan guapo que no me canso de mirarlo — recordaba su beso de despedida de la anterior noche como un tesoro incalculable y más aún cuando podía sentir entre sus labios su calidez y su suavidad — ¡Mmm! fotos nuevas en su Instagram y Facebook, ¿donde serán?, creo reconocer el lugar, sí, es la pequeña cafetería del puerto ¡pero si no reconozco a los que están con él! — Dijo con tono sospechoso y dudoso, mientras la agonía le empezaba a recorrer cada músculo de su cuerpo — En un rato revisaré y trataré de descubrir quiénes son, es raro que no me hablara de ellos, no deben ser tan importantes en su vida cuando yo no los conozco ¿o quizás eres tú la que no eres importante? — Aquélla pregunta de trasfondo aterrador le cruzó por la mente ensombreciendo su rostro y apagando toda su sonrisa — ¡Vamos no puedes pensar así! — Se animó — No dejes que nada te quite tu buen humor, ya lo tengo, creo que saldré a caminar un rato para relajarme — se animó una vez más, hoy no trabajaré, lo acabo de decidir.
Con pasos decididos caminó hasta su clóset y tomó en la mano su vestido preferido, aquél con el que lo había conocido aquélla tarde por casualidad, o al menos eso era lo que él creía, sonrió al pensar en el tema — Tú me traerás suerte — pronunció mientras miraba de arriba abajo el largo vestido blanco de grandes flores rojas y violetas, con anchos tirantes que se anudaban en los hombros y morían en un escote pronunciado en la espalda, se veía realmente encantadora con él, lucir su espalda era el detalle que nunca faltaba en sus conjuntos ya que no podía lucir sus piernas — Aunque las tengo muy bonitas — se dijo para sí — pero no todos asimilan las cicatrices de la misma manera — recapacitó — nadie piensa que detrás de cada cicatriz hay una historia bella e incluso de amor, nadie ve al padre que con amor enseñó a montar en bici a su pequeño, sólo se quedan con el dolor que le pudo haber causado aquélla caída, y la interrogante en el rostro de las personas cuando advertían las suyas no era diferente, al contrario, eran muy evidente la compasión que causaban, pero yo no quería compasión, por tanto y demás, como sólo yo advertía el amor detrás de las mías pues para mí sola las guardaba, incluso de los más allegados, que a la más mínima confianza me hacían aquélla pregunta y ¿cómo explicar que ellas eran el resultado de un gran amor, aunque turbulento? Cómo explicarles que aquéllas cicatrices era lo único que conservaba de la persona que más había amado en esta vida, y que las amaba porque me habían salvado, o mejor, nos habían salvado a los dos, nos habían puesto el pare que necesitábamos, nadie lo entendería, me dirían que el amor no es así y yo no sabría explicarles que hay muchas formas de sentir amor y que este a veces nos hace felices y otras veces miserables, ooohhh no, nadie estaba preparado para entender, y menos preparados para mis respuestas, por eso un día dejé de responder y de enseñar.
Salió a la calle tratando de mantener su buen humor — Buscaré un regalo bonito y se lo daré esta noche luego de la cena — sí, ese era un buen plan para aquél día, de hecho, el mejor que se le podía ocurrir.
Caminaba relajada mirando para cada esquina y de pronto la encontró — ¡Es la tienda de antigüedades que buscaba! — Abrió la puerta y al sonar de la pequeñas campanitas un joven salió a su encuentro — Hola buenas tardes señorita en que puedo ayudarla?
— Estoy buscando un regalo, algo muy especial, algo que sea para siempre, que no cambie su significado con el tiempo, es para alguien a quien quiero mucho — terminó diciendo.
— Bueno casi todo lo que ve a su alrededor es especial, pero acompáñeme y le daré un recorrido.
Comenzaron a avanzar por uno de los pasillos laterales y al llegar a una pequeña vidriera algo pequeño llamo su atención. — Esto, si es lo que creo, es lo que estoy buscando.
— Pues sí señorita, es lo que cree, y además entra perfectamente en lo que sugirió al llegar, nos enseña algo eterno, invariable e imparable, jamás cambiará — Le sonrió el atento y dispuesto joven.
— Pues me lo quedo — le dijo con un tono cordial.
— ¿Disculpe señorita, nos conocemos? Tengo la extraña sensación de haberla visto antes — preguntó el joven con la mirada dudosa.
— ¡Mmm, deje que lo mire!, pues no, no creo la verdad — le respondió mientras una serie de eventos pasaban por sus recuerdos, y le sonrió mientras se despedía con un gesto abriendo la puerta de la tienda.
Salió de esta, dejándola atrás sosteniendo la reciente compra en la mano, caminó unas cuadras y un pequeño café en la esquina cautivó su atención y decidió ir a por uno — prefiero una de las mesas de la terraza — le dijo a la atenta dependiente — no quiero perderme el resto de la mañana — le argumentó como si tratara de responder algo que no hubiesen preguntado, cuando de repente un aroma conocido la inunda — Estás preciosa con ese vestido, me recuerda a una chica que me tiene loco desde hace un tiempo — ante aquellas palabras se quedó inmóvil en la silla para luego soltar una pequeña sonrisa — Pues creo que tú a ella también la traes bastante loca si es que eso es posible — le dijo mientras preparaba sus labios para recepcionar el beso que se aproximaba — hola cariño me ha encantado este encuentro casual — me comentó mientras tomaba una silla para sentarse junto a mí.
— No trabajaste hoy.
— Pues no, me he levantado de tan buen ánimo y al ver el día tan hermoso que está haciendo quise disfrutarlo, ¿y tú qué haces por aquí? — Le preguntó con la mejores de sus sonrisas.
— Salí a hacer unas gestiones bien temprano, terminé bastante rápido.
— ¡Qué bien! Le respondió sabiendo que faltaba la mitad de la historia — ¿y no has hecho nada más?
— Ohhh sí, me encontré con unos amigos que no veía desde hacía algún tiempo, tomamos un café y conversamos un rato en aquel café de la otra calle, lo ves? aquél de la otra esquina — dijo mientras apuntaba con su dedo para ayudarla a entender su historia — Y al salir de él la silueta de una hermosa chica llegando a este café me ha enamorado y tuve que venir a ver quién era.
Rió de inmediato, pues era lo que él esperaba que hiciera, sin embargo, no pudo evitar que el sentimiento de infelicidad que le había provocado su respuesta le atravesara el pecho como una flecha atraviesa su víctima — Pues ahora el día realmente a mejorado — le dijo sin perder la sonrisa de sus labios.
— ¿Y qué harás luego, preciosa? — le pregunta mientras la atraía hacia él en un cálido y amoroso abraso, sentir su mano en su espalda que se apresuraba por acariciarla de forma suave y sutil le provocaba un mar de sensaciones.
— Haré un par de compras, para la cena a la cual estas invitado. Haré tu comida preferida.
— ¡Delicioso! me parece perfecto, pasaré por mi apartamento y luego te veré. Hasta la noche cariño, te quiero. — le dijo mientras se despedía.
Se quedó sentada viendo como se alejaba de ella con la sensación de que jamás lo había tenido cerca, no paraba de preguntarse ¿por qué el amor es el sentimiento más ambiguo que experimentamos? cuando amas a alguien todos los sentimientos se mezclan sin parar, algo muy pequeño nos puede hacer feliz, pero sólo con una palabra, un gesto o una mentira, de la persona a la que amamos, puede volvernos totalmente miserables.
Dispuesta a continuar su día, enterró todos aquellos pensamientos en el fondo más oscuro y olvidado de su ser, cuando de repente advierte que su teléfono tenía unos cuarenta mensajes, llevaba días ignorándolos — qué fastidio — pensó mientras caminaba hacia su apartamento — será posible que no pueda continuar con mi vida en soledad, mis padres, mis amigos hasta del trabajo me escriben, a veces siento que no puedo ni respirar — murmulló disgustada, y aferrada a la noche que se aproximaba continuó su paso — luego les responderé a todos — se dijo, sabiendo que realmente no lo haría.
Al llegar a casa puso su celular sobre una pequeña mesa y dando vueltas sin parar sentía como la ansiedad recorría su cuerpo al punto de paralizarla, pensó que sería buena idea responder aquellos cuarenta mensajes que llevaba ignorando — pero antes lo llamare para saber cuándo llegará — pensó, y sin más preámbulo que un arranque de desesperación lo llamó, trató de que fuera una conversación rápida a modo de que estuviera todo listo para cuando el llegara, mientras hablaba trataba de no sonar obsesionada y triste, mas sin antes colgar no pudo frenar una serie de preguntas, que aún sabiendo que no tenían sentido no pudo evitar hacerlas ¿Quiénes eran esos amigos que viste en la mañana? ¿Qué tan importantes son, para ti? ¿Vendrás directo? ¿Los volverás a ver? ¿No los habías mencionado jamás? Decidió parar cuando sintió que la situación se le escapa de control y un acto de esfuerzo total le dijo adiós no sin antes dejar todo en armonía — te hice una cena deliciosa, y te tengo una sorpresa — le dijo cariñosamente — te espero amor mío — y se despidió, colgando así los guantes, la toalla, o como se que sea diga en estos días.
Terminaron de cenar, tras horas de mimos y cariños, ella lo observaba como quien observa al último ejemplar de una especie — ven cariño es hora de tu sorpresa — le dijo llamando su atención — termina lo que haces, te he comprado un regalo.
— ¿Qué es? no hacía falta.
— No es necesario, solo quise que esta fecha no pasara por alto, hoy cumplimos ocho meses, ya sé que acordarmos que no habría regalos pero no me pude resistir, aquí lo tienes — le dijo mientras extendía la mano y le daba una pequeña caja verde con cierre dorado.
— ¡Wow! mi vida, es precioso ¿qué hay dentro?
— Ábrelo y verás, es un reloj antiguo, es un reloj de sol.
— Pero cariño este regalo es demasiado caro, no lo puedo aceptar.
— No te ha gustado?
— Lo adoré, de veras, pero es mucho.
— Tú mereces más.
— ¡Pero! Un reloj ¿por qué un reloj y de sol?
— El tiempo avanza de manera inexorable, lo perdemos, lo ganamos, lo ahorramos, pero no lo podemos atesorar, no cambia, no se modifica, no lo podemos ni apresurar ni enlentecer por más que lo intentemos pasa, y nos deja. Quería que tuvieses algo mío algo con lo que me identifico yo, y cada vez que lo veas me veras a mí y he querido que se así, antiguo, pues cuando el hombre inventa algún equipo lo sigue modificando y al final logra, modificar el resultado, pero el tiempo no, solo se ha podido inventar algo que te diga por donde va él, y cada día son más modernos y más exclusivos, pero al final da igual por donde lo mires, no habrá diferencia en el resultado ya sea en este reloj de cientos de años o en tu Apple Watch — al terminar de pronunciar aquellas palabras tuvo que sonreír.
— Ayyy pobrecito mío que lo he mareado con tanto romanticismo.
— Es que estás loca amor, jajá pero me encantan tus locuras, las adoro, ven aquí y déjame besarte.
Deseosa de aquél beso, se dejó arrastrar por aquélla noche, y guiándolo al dormitorio, sus cuerpos se funden en una sola caricia, él la tomaba haciéndola suya de forma poderosa y posesivo, llevándola a la locura, su cuerpo se tensaba y su espalda se arqueaba, implorando que no parase logrando que la entregara al placer como antes no lo había hecho, y en un gemido de placer se dejaron ir en un último gesto.
Extenuada por las últimas horas vividas y por las que estaban por venir me levanto de la cama como quien espera la muerte, me enredo en un edredón, y sabiendo que no queda otro camino me decido de una vez y por todas a marcar aquel número que amaba y odiaba a la vez.
— Hola cariño ¿como estás? disculpa la hora sé que es tarde — le dije a la persona que se encontraba en el otro extremo de la llamada.
— Tranquila, no me molesta — me respondió una voz masculina, con una voz totalmente dulce y comprensiva — ¿como estás? ¿Ha vuelto a pasar?
— Sí — le dije mientras sostenía una copa de vino y tomaba el último sorbo que quedaba en ella.
— ¿Cuánto tiempo esta vez? — pregunto, la voz masculina esperando una respuesta sincera.
— Ocho meses, justos, no puedo seguir con esta situación ni un día más — le respondí tratando de mantener la compostura.
— Ya esperaba tu llamada, Eric creyó reconocerte, pero no estaba seguro si eras tú.
— Sí, lo sé, traté de disimular, me sentiría un tanto descubierta si admitía ser yo, y en ese segundo no sabía si tendría fuerzas para hacer esta llamada.
— ¿Otro reloj, no es cierto?
— Sí, no lo pude evitar, ya sabes como es.
— Tengo el mío en mi mesa de noche, siempre lo miro antes de dormir y como ha pasado, has dejado de dormir?
— Sí, he dejado de dormir, de vivir, de comer y me he vuelto a encerrar en él, sin él siento que moriré, pero con él se que… — mi garganta se cerró mientras callaba un grito de dolor.
— ¿Entonces, las 12 señales ya?
— Sí, las 12, y cada día es peor.
— Entonces tienes que parar, sabes cómo termina, no lo puedes permitir, sabes cómo terminarán, sabes cómo terminamos nosotros, no podemos seguir destruyendo la vida de nadie más verdad, dime que lo sabes por favor.
— Sí, lo sé, ¿pero acaso dejarlo ahora de esta forma no es destruirle la vida? sé lo que tengo que hacer, pero necesito este último empuje.
— No, si te quedas sí lo harás, sí destruirás una vez más tu vida y la de él, no lo pienses, vale, solo hazlo, vete lejos, desaparece, no te despidas, rompe con todo y sigue tu camino. Promételo — me imploró la voz del otro lado, de una manera quizás algo desesperada.
— Lo prometo, así lo haré — le respondí sabiendo que este viaje sí cumpliría mi promesa y haría mi retirada a tiempo — y tú que tal estas, alguna señal.
— Estoy en la quinta tal vez, se aproxima la sexta.
— No dudes en llamarme llegado el punto — le insistí.
— No cariño, no lo haré, sé que te voy a necesitar, ahora ve y descansa, ¿sabes que te amo verdad?
— Lo sé, hasta mañana mi vida.
— Hasta mañana cariño.
- Las 12 Señales.
Las Crónicas de Dorian: Un espacio para dejar volar la Imaginación…